Mis pensamientos, poemas, cuentos... de Isabel Agüera

8 ene 2014

Somos lo mejor que tenemos: autoestima


         No, no están secas las plantas; 
                          están soportando y superando rigores

Somos lo mejor que tenemos es el título de una de mis obras más vendidas. En ella trato la autoestima, como otros muchos temas, desde la experiencia personal. Con respecto a la autoestima escribo:
Me viene ahora a la memoria una ingenua estrategia de mis aquellos anónimos años y que, por primera vez, voy a confesar.  Se trataba de imaginarme -no sé si crearme- una segunda personalidad. Otra yo, adulta, serena, segura... perfecta.  
Y, cuando me surgía alguna cosilla de las tantas que  me frustraban, cansaban o  tornaban lánguida y descuidada, aquella imagen  era como ojo observador,  mirada fija en mí que me perseguía, examinando y evaluando todos y cada uno de mis movimientos y hasta pensamientos. Aquella presencia invisible, paradójicamente, no me molestaba, sino muy al contrario me servía de estímulo para obligarme a una especie de perfección de todos mis actos. Sentía, de forma casi visible, su aprobación y aplauso a todas y cada una de mis superaciones.
Tal vez profesionales de la psicología puedan encontrar una explicación exacta a tan extraña terapia.
Desde mi intuición, sospecho que aquella creación animada de mi mente, era la personificación del bien y belleza que en mi corta edad  conocía y a los que mi cuerpo y alma de niña sensible aspiraban y tendían con infinito deseo.
Me sentía feliz por dentro, me sentía recompensada y empezaba a quererme tal y como era, a pesar -repito- de mis pocos años y mis grandes frustraciones.
Tengo la seguridad de haberme creado una autoestima compensatoria que mi mente necesitaba como imprescindible herramienta para supervivir ante tal caos psicológico.
Pasados los años, una fijación parecida era, y es, recurso infalible, si bien, no como remedio que necesite para quererme, gustarme -aspectos de mi personalidad, hoy por hoy, superados-,  sino como la realidad que quiero sea mi vida.
Con total clarividencia me veo obra de arte: una bellísima pintura de naturaleza viva: aguas cristalinas, islas, paseos, bosques... Mucho cielo al atardecer, y todo en tonos anaranjados, de un cálido relajante por donde, en absoluta calma, camino bajo la mirada -también esta vez invisible- de un ser  superior  que me espera para aplaudir mi trabajo.
Pero algo me dice que esta obra no está acabada. Faltan pinceladas que, con todo esmero, tengo que ir plasmando en el gran lienzo de mi existencia.Y, cuando por alguna causa pierdo los nervios, me siento abatida o desganada, noto cómo si en mi obra de arte se marcasen trazos negros que oscurecen mi bellísimo paisaje.

A mí misma me digo:
“No, no puede ser; estoy estropeando mi trabajo de tantos años. Tengo que borrar, tengo que rectificar”.

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